27 de abril de 2013

El día en que volvieron las cigarras




R. R.:

Cariño, han sido varios meses de los dedos quebrados. Recuerdas que siempre me decís que no los pusiera en el marco de la puerta? La he molado y ahora solo puedo teclear la vieja máquina de tu padre con la mano izquierda. Detesto esa mano, es torpe como mis palabras cuando me miras con tus sueños dorados  a través de la niebla en la autopista.
Te escribo porque aquí en  la llanura he encontrado algo. Desde el accidente he tenido tiempo para pensar, demasiado tiempo, recuerdas el sonido atronador del silencio cuando son las noches de verano, que ni los grillos salen a frotar sus patas obscenamente; el ruido que provoca la nada? Ese hueco? Pues creo que lo tengo cariño. Mire el tejado una tarde y estaba ese sonido, agujero en el cielo, cielo. Mi mente no podía ejercer palabra alguna, por cachi de la franca estuvo dando vueltas en alguna parte de mi alguna palabra que no podía mencionar pero que sabía y así supe lo que había sucedido el día del accidente. Lo que te paso a ti.
Es extraño, pero uno escucha sin saber oír y uno saber sin saber saber. Lo que no es extraño es querer sin saber hablar y hablar para saber querer, que no es lo mismo, para conseguir que la luna se vuelva un poco más amable; si, sabes de que hablo, si uno sabe querer entonces la marea subirá hasta los ojos y no dejara ver pero si dejara oír el eco sordo de lo que se sabe antes de saber que se sabe y que no se puede decir pero que se puede hablar; ese vacío cariño, eso que escuche ayer con la mano rota y tirado en la alfombra que trajo tu madre desde Barcelona, es el amor enfermo. Y es fácil perder la cabeza por algo que no está pero que llena.
Por eso te fuiste.
Esa perra está loca, fue lo último que pensé al verte partir con Marcel y a hoy lo sigo pensando. Cómo pudiste abandonar la casa cuando Dios vigilaba? Como sea, ahora lo sé porque he escuchado lo que no se oye pero se sabe. Así es esta vez estoy del otro lado del camino, en el lado oscuro del día, y todas aquellas cosas que sabía ahora las he olvidado y estoy de pie ante el atalaya con las manos cruzadas esperando que la exigencia de la cañada deje de ser amplia y pueda largarme como tú lo hiciste con ese bastardo un día de mayo, si, cuando su madre se hizo de cáncer.
Ahora sé que entonces supiste lo que tenías que hacer y eso te hace una perra loca. Soy un perro loco. Quizás rabioso, pero he decirte que no me he marchado porque tengo miedo, miedo de que todas esas cosas vienen de adentro y nunca de afuera. El amor no nace de las vísceras cariño, sino que se construye como parcela. No es la idea de media noche ni el seno inflamado que nunca te amamanto. No es lo que te hace falta y que yo y él tenemos, ni mucho menos lo que hueco es y se busca para estar de vuelta. No cariño, no me he ido no por falta de valor o voluntad, sino porque sé que allá no hay luna porque se vive en ella, y no hay marea y no hay aire y no hay nada más que Marcel y tu recostados en la playa admirando el infinito con el gesto idiota de un par de amantes que están juntos porque la vida es una puta guacha.
Te escribo para decirte que te entiendo pero no quiero que vuelvas.
Papá ha muerto, hace un par de semanas. Yo sé que el murió para ti cuando tenías 6 años. Sé que Marcel es tu amante y tu padre. Supe que su madre murió y prometiste cuidar a su hijo por la eternidad. Sé que lo dijiste convencida, pero recuerda cariño que aunque cierres la boca o la abras, está siempre será un hueco y tus palabras son huecas. El corazón es un hueco que se retuerce y no puede tener aire en su interior.
Ven a su tumba, fue la condición para la herencia, no es mucho, pero esta ese reloj que se quedó sin pila hace siete años, el día que te fuiste, el día del accidente, el día en que llegaron las cigarras.

S. S.

3 comentarios:

Póngase su traje y tanque de oxígeno, sea bienvenido a La Luna.

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