14 de noviembre de 2012

La peña de Bernal


No he visitado muchos pueblos mágicos en el país, la cantidad la puedo contar con un dedo de mi mano, y sin embargo, el que tengo siempre presente es aquel lugar llamado Bernal, situado en el municipio de Ezequiel Montes, en el mero Querétaro. 

 Su atractivo turístico es un enorme monolito, imposible de ignorar, llamativo e imponente que protege y a la vez es abrazado por un pueblo sin igual. Estuve ahí en la primavera de este año. Algo fascinante de Querétaro es su clima, jamás extremoso como los norteños solemos conocerlo, por tanto mi estadía en aquel lugar, fue agradable, la altitud de toda esa zona lo hace a uno sentirse bien, completo, caminar sin dificultad.


 Bernal fue fundado en el siglo XVII, cuando los españoles decidieron apropiarse de la tierra, quitándosela a comunidades chichimecas (específicamente el pueblo otomí chichimeca o hñañhu), posteriormente el pueblo fue sobreviviendo cerca de dos siglos como un foco importante para la minería. La labor sociohistórica de reivindicar nuevamente la propiedad a las comunidades otomíes ha sido muy importante en los últimos veinte años, lleva relativamente poco tiempo siendo un pueblo mágico, su añadidura a la UNESCO y a los Pueblos mágicos nacionales data de mediados del 2006, por lo que, desde entonces, se ha convertido en un foco de turismo.


Un eje fundamental en la construcción de un imaginario de pueblo mágico, consiste en atenuar las leyendas urbanas, encender el misticismo, mantener la duda; En Bernal existe, permanece vigente. Apenas salir a la calle de noche, para encontrarte perfórmances callejeros; una especie de visita guiada en donde te toparás a borrachos, a pistoleros rebeldes, a esposas infieles, personajes fundamentales en la sátira de las ciudades.
Por el otro lado, y en contraposición a mujeres misteriosas de vestidos estrafalarios, voces y ruidos a la par de leyendas, risas de turistas, gente amenizada, extranjeros bailando.

En la noche, sobre la peña, se reproduce un show de fuentes y luces, arriba, al pie de la peña, puedes degustar sabrosos antojitos (otra de las razones por las que adoro el Bajío).

Subir es muy complicado, la segunda parte del trayecto, y la más importante parte al subirlo, está casi en su totalidad de manera vertical; yo no llevaba el material indicado, así que subí hasta donde se me permitió, les muestro la hermosa vista de un cielo que jamás olvido.


La plaza principal de día luce fabulosa; niñas indígenas vestidas con su ya peculiar indumentaria corriendo por ahí, coloridos árboles, flores, siendo testigo de besos de enamorados. Cervezas y cheladas baratísimas codeándose con tamales exquisitos, gorditas de color verde, artesanías... todo esto brindándole a uno un sentimiento de sorpresa.

Otro lugar fundamental, es el museo de las Máscaras, contenedor de caretas elaboradas de manera artesanal, con materiales reciclados; allí, por una cooperación voluntaria, te dirán todo lo que necesites saber sobre este pueblo mágico.



Sin ir más allá, les recomiendo ampliamente visitar Bernal, está a no más de una hora de la capital del estado, es muy barato y allá puedes encontrar (con tiempo) muy buenos sitios dónde pasar la noche.

Agradezco y dedico esta entrada, a Lú, que fue la que me llevó por primera vez a ese sitio mágico.


mfd

imágenes: Reserva Los versos de Fénix. © 

1 comentario:

  1. yo por comerme una de esas gorditas de la foto voy a donde tu me digas carnal!

    eso si, menos a la chingada por que ahi ya las probe y no me gustaron.

    xhaludos!

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Póngase su traje y tanque de oxígeno, sea bienvenido a La Luna.

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